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miércoles, 12 de agosto de 2020

ÉXODO 14

COMENTARIO

En el capitulo 14 de Éxodo se nos narra uno de los eventos mas conocidos y mas extraordinarios del Antiguo Testamento, "el Cruce del Mar Rojo". Los hijos de Israel han salido de Egipto luego de mas de cuatro siglos (Ex 12:40), luego de la plaga de la muerte de los primogénitos finalmente el Faraón accede dejarlos ir (Ex 12:31-33). Al salir de Egipto lo más razonable era ir por la tierra de los filisteos, es decir por las costas, rumbo a Canaán, ruta que habían seguido tanto Abraham y Jacob cuando llegaron a Egipto, dicha ruta, que era la ruta normal de las caravanas comerciales y militares, algunos comentaristas mencionan que les hubiera tomado mas o menos un par de semanas para llegar a Canaán tomando esa ruta. Sin embargo vemos que el pasaje hace mención que Dios los llevó hacia el sur, rodeando el camino del desierto, por el camino al Mar Rojo, aquí salta la pregunta ¿Por qué el desierto y no directo a Canaán? En primer lugar ya estaba previsto por Dios que tenían que ir al Sur, al monte Sinaí (Ex 3:12), en segundo lugar el pueblo de Israel no estaba preparado para ir a la guerra frente a los filisteos (Ex 13:17-18), Dios sabia ello y es por eso que los llevara por la ruta mas larga con el fin de prepararlos, esta preparación no era tanto militar, pues Dios seria quien pelearía por ellos, sino necesitaban aprender a confiar en Dios, y creer que el iba delante de ellos y podrían hacer frente a sus enemigos (Dt 8:3), el pueblo de Israel tenia que aprender a caminar por fe y no por vista. Este camino los llevaría a experimentar pruebas que eran necesarias para enseñarles a confiar y ser obedientes (Ex 15:25, Dt 8:2).

Al salir de Egipto, Moisés tomó los huesos de José tal como el les había echo jurar a los hijos de Israel que debían hacer cuando Dios los llevara a la tierra que había prometido a sus padres (Gn 50:24-25, Ex 13:19). Recordemos que el pueblo de Israel habitaba en la tierra de Gosén (Ex 9:26), cuando salen de Egipto acampan en Sucot, y de allí en Etam, que estaba en la entrada del desierto (Ex 13:20). La entrada a Egipto estaba rodeada de desiertos, los cuales eran una defensa natural frente a sus enemigo, la cual la hacia difícilmente penetrable por ejércitos invasores, como algunos historiadores mencionan, su ubicación geográfica la cual la situaba en un lugar de difícil acceso seria uno de los motivos por lo cual, el imperio Egipcio existió por tanto tiempo, solo los griegos y posteriormente los Romanos pudieron invadirlos. Egipto contaba con defensas naturales y un gran ejercito para hacer frente a sus enemigos. Pero los hijos de Israel contaban con la protección de Jehová, el cual estaba con ellos para protegerlos de las manos de sus enemigos. 

El capitulo 13, nos menciona: "Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche. Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube  de día, ni de noche la columna de fuego" (Ex 13:21-22).

Vemos que el que dirigía era Dios, Moisés solo seguía la voz de Dios, Dios era quien los guiaba ´por el camino que el había determinado, Dios les manda dar la vuelta y acampar delante de Pi-hahirot, que se encontraba entre Migdol y el mar. Esto parecía ser una mala decisión, pues el pueblo de Israel quedaría supuestamente encerrado entre el desierto y el mar, sin embargo Dios había preparado todo ello para glorificarse en faraón y en su ejercito (Ex 14:4), Dios sabia que el faraón pensaría que Israel había quedado atrapado (Ex 14:3). Una vez más Dios endurecería el corazón del faraón y les mostraría su poder, luego de que Israel salio de Egipto nuevamente el faraón y sus siervos, se empecinarían en seguirlos con todo su ejercito, los cuales les darían alcance junto al mar (Ex 14:5-9), sin embargo el verso 8, como una advertencia resuena "pero ellos habían salido con mano poderosa" (Ex 14:8b). Por un lado los egipcios contaban con caballos, carros y capitanes (14:7), pero el pueblo de Israel contaba con la poderosa mano de Jehová, el creador de los cielos y la tierra, el Todopoderoso, el cual los acompañaba con una columna de nube y con una columna de fuego (Ex13:21-22); las costas del Mar Rojo y el pueblo de Israel vería como Dios peleaba por ellos. El pueblo al ver a los Egipcios venir hacia ellos, se llenarían de temor, y clamarían quejándose contra Dios y Moisés, diciendo: "mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto" (14:12b), vemos que a pesar que habían presenciado la mano de Dios en las diez plagas y como El los había guardado de ellas y liberado de la mano del faraón, (Ex 14:10-12), ellos aún no confiaban en Dios. Frente a estas palabras Moisés les diría: "No temáis, estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos" (Ex 14:13-14).

Al igual que el pueblo de Israel, tenemos la tendencia a dudar y desconfiar de la voz de Dios, muchas veces sus caminos nos pueden parecer extraños, porque Dios pareciera que a veces nos lleva por caminos que nosotros consideramos no adecuados, pero son los mas seguros, para formar nuestra fe, servirle con nuestras vidas, y prepararnos para la eternidad. De la misma manera que el pueblo de Israel necesitaba estar listo para entrar a la tierra prometida, nosotros necesitamos ser formados durante nuestro peregrinaje pasajero en este mundo.

Ante las quejas del pueblo Moisés empieza a clamar a Dios (Ex 14.15), a lo cual Dios le responde porque clamas, vemos que hay momentos en los cuales ya no es necesario ello sino simplemente poner en obra lo que Dios ya dijo, si Dios ya hablo, el clamor no era muestra de fe sino de temor y duda, sin embargo vemos aquí que Dio cual general de su pueblo le ordena a Moisés: "Di a los hijos de Israel que marchen" (Ex14:15). y es aquí donde Dios ordena a Moisés levantar su vara y extender su mano sobre el mar y dividirlo (14:16), de esta manera Dios se glorificaría en faraón y su ejercito.

El ángel de Jehová quien iba delante de ellos, y la nube que los alumbraba se pusieron detrás del pueblo, y ello impidió que el ejercito Egipcio pudiera acercarseles, durante el día esa nube los alumbraba pero para los egipcios era oscuridad (14:19-20). De esta manera Dios los protegía de manera imponente sin embargo los egipcios endurecidos sus corazones, seguirían al pueblo de Israel hasta la mitad del mar abierto, y a medianoche Dios, los trastornaría quitando las ruedas de sus carros, ellos se verían atrapados por las paredes de aguas y la poderosa mano de Dios, el cual los llevaría a reconocer que Dios peleaba por el pueblo de Israel (14:25), Dios cual general, ordenaría a Moisés extender nuevamente su mano sobre el mar, el cual volvería con toda su fuerza, matando a todo el ejercito egipcio y su caballería (14:26-29).

"Así, salvo Jehová aquel día a Israel de mano de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar" (Ex 14:30)

Aquel día seria recordado de generación en generación por el pueblo de Israel y posteriormente la Iglesia de Dios, para testimonio de la gran liberación de Dios hacia su pueblo, y así como el pueblo de Israel tuvo que pasar el mar rojo, y Pablo nos menciona que "fueron bautizados en la nube y en el mar" (1Cor 10:2) al cruzarlo, de esa misma manera ahora todo aquel que pone su fe en Cristo, es llamado también a bautizarse e identificarse con el pueblo de Dios y con su Señor. Dicho cruce del mar, significaba para los hijos de Israel que ya no había vuelta atrás, ya no cabía lugar para pensar en Egipto, había quedado atrás la esclavitud, ya no tenían porque añorar su antigua vida de esclavos, ahora eran libres llamados a servir a Dios y heredar la tierra prometida. De la misma manera el hijo de Dios que a sido bautizado en Cristo, debe considerarse muerto a su antigua vida, y hacer morir todo lo que correspondía al mundo en El (Rom 6:11, 1Jn2:15-17), esto ahora es posible por la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones, el cual nos traslada al reino de Cristo y nos prepara para nuestro encuentro con El.


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