COMENTARIO
El capítulo 5 del Libro de Levítico nos describe una serie de sacrificios por pecados particulares, que nos permiten entender que quien deseaba acercarse a la presencia de Dios tenía que estar limpio, aún de pecados que en muchos casos habían sido cometidos por ignorancia (Lev 5:17-18) y en otros casos se trataba de actos en los cuales no se había actuado bien, pudiendo hacerlo (Lev 5:1). En el NT, Santiago nos va a mencionar en su carta: "Recuerden que es pecado saber lo que se debe hacer y luego no hacerlo" (Stgo 4:17)
Los hijos de Israel en su vida cotidiana al igual que nosotros estaban expuestos a diversas circunstancias que muchas veces podían llevarles a cometer estos pecados, ya sea de manera voluntaria o aún por ignorancia. Vemos que había la necesidad de presentar sacrificios para que las culpas sean quitadas y una vez que el sacerdote hacía expiación por la persona, esta podía tener la seguridad que era perdonada (Lev 5: 10, 13, 16 y 18). Es importante entender la necesidad diaria que tenemos del perdón de Dios, es por ello que el cristiano es llamado a un “constante arrepentimiento”, que no es lo mismo que decir que puede pecar deliberadamente pensando después en pedir perdón, sino más bien el ser conscientes que fallamos, que pecamos, que vivimos en una naturaleza caída, y que cada día necesitamos ser limpiados.
La falta de conciencia del pecado es una afrenta contra Dios, puede llevar a que se tenga un concepto de uno mismo equivocado, y hasta pensar que no somos lo suficiente malos, como para necesitar confesar pecados cada día, un concepto bíblico acerca de nosotros mismos es crucial, no podemos caer en el extremo de pensar que Dios no nos va a perdonar por lo que hemos sido antes de conocerle, pero tampoco podemos pensar que ya no cometemos pecados, y que esas "pequeñas faltas” no son tan graves, no es así, todo pecado es una afrenta contra Dios, es por ello que la Biblia nos revela que todos somos pecadores, y que estamos por esa condición destituidos de la Gloria de Dios, pero que a su vez todo aquel que se acerca en arrepentimiento y fe en Cristo, es justificado gratuitamente (Rom 3:23-24).
Entonces vemos, en la primera sección (Lev 5:1-6) se menciona acerca del testigo que no está dispuesto a denunciar el hecho, leyes sobre impurezas de no tocar cadáver o inmundicia de hombre y el jurar en vano (Lev 5:1-4). Muchos de estos pecados eran imperceptibles por las demás personas, pero a pesar de ello el texto nos menciona que la persona: “llevará su pecado” (5:1), “será inmunda y habrá delinquido” (5:2), “será culpable” (5:3 y 4). Todas estas faltas hacían culpable a la persona la cual necesitaba ser espiada y perdonada, para ello era necesario primero la CONFESIÓN, del pecado.
“Cuando pecare en alguna de estas cosas confesará aquello en que pecó” (Lev 5:5)
Los hijos de Dios podemos tener la seguridad que Dios nos perdonará, pero debemos confesar nuestro pecado, el rey David, nos menciona que mientras él trató de ocultar su pecado y no lo confesó, aún su salud física se vio afectada, pero cuando lo confesó, Dios le dio libertad y lo perdonó.
“Mientras callé, se envejecieron mis huesos, en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: confesaré mis transgresiones a jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salm 32:3-5)
El apóstol Juan dirigiéndose a la Iglesia de Dios, menciona: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn 1:9)
En nuestra cultura actual se mencionan frases como por ejemplo: "si no le hace mal a nadie no está mal" o "si te gusta hazlo”; en estas frases encontramos al hombre como centro de su vida, pero a la luz de la Biblia, Dios es el centro de todo, no el hombre; entonces cuando pecamos, es contra Dios, a él le fallamos en primer lugar, y así pensemos que no le hizo mal a nadie, la falta fue contra Él y él si la ve. David en su Salmo de arrepentimiento va a mencionar:
"Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados. Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados. Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen. Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo. Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre"
(Salmos 51:1-5)
En la segunda sección (Lev 5: 7-13), se nos demuestra que nunca habrá ninguna excusa para no ponernos a cuentas con Dios. En el caso del pueblo de Israel, Dios había provisto una serie de sacrificios desde la persona que tenía recursos, el cual podría traer un animal para ofrecer (Lev 5: 5-7), hasta el más pobre, el cual podría traer una ofrenda vegetal "de flor de harina" (5:11). Para nosotros Dios ha provisto un único sacrificio por el cual todos sin distinción podemos acercarnos a Dios para ser perdonados (Heb 9:26b; 10:12). La solución al pecado humano ha sido dada por Dios, y es la sangre de su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, la cual es eficaz para limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1:7, 9). Entonces cuando una persona es condenada, entonces no solo es por los pecados que cometió, sino más bien porque habiendo podido acceder al perdón a través del Señor Jesús, lo rechazó. El apóstol juan menciona en su evangelio, las siguientes palabras del Señor:
"Esta condenación se basa en el siguiente hecho: la luz de Dios llegó al mundo, pero la gente amó más la oscuridad que la luz, porque sus acciones eran malvadas" (Jn 3:19)
Finalmente, en la tercera sección (Lev 5:14-19), se nos describe que tanto el pecado por yerro o por ignorancia, ambos son pecados, y necesitan ser perdonados, esto nos lleva a entender que Dios había provisto una solución para los pecados, pero esta solución era temporal, hasta que llegara a aquel, cuyo sacrificio podría de manera verdadera y definitiva quitar el pecado y hacernos nuevas personas para Dios. Entonces Cristo murió, no solo por aquellos pecados visibles y grotescos, que aún los hombres pecadores condenan en sus leyes civiles. Sino también por aquellos pecados imperceptibles para el ojo humano, aquellas envidias, egoísmos, malos deseos y pensamientos y aún aquello que pensamos que no le hace mal a nadie, por nuestra indolencia y mala disposición a hacer el bien. Cristo murió por todo ello a fin de poder hacernos aceptables delante del Padre, y que podamos un día entrar a su reino donde nada malo, sucio, ni vil entrará (Ap 21:27).
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