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lunes, 9 de noviembre de 2020

LEVÍTICO 6

 


COMENTARIO

En el capítulo 6 del libro de Levítico, se nos mencionan 4 leyes con respecto a los sacrificios, recordemos que en el AT, los sacrificios eran el medio que Dios había puesto para que el hombre pudiera acercarse a Él. Los  cuales eran una figura de aquel futuro y único sacrificio, el del Señor Jesucristo, que finalmente podría quitar el pecado del medio y reconciliarnos con Dios para siempre (Heb 10:14). Entonces encontramos en este capitulo: la ley de la restitución (Lev 6:1-7), la ley del holocausto (Lev 6:9), la ley de las ofrendas (Lev 6:14) y la ley del sacrificio expiatorio (Lev 6:25).

La ley de la restitución: Cuando alguien pecaba contra su prójimo, habiéndose robado algo, habiendo dañado o perdido algo que se le encomendó, o habiendo hablado mal de Él (Lev 6:2-3), era necesario por parte del agraviante que haga "Restitución" y un "Sacrificio" (Lev 6:4-6). En primer lugar tenía que restituir la falta, y si se trataba de dinero o de algún bien material tenía que devolver por entero lo dañado y añadir la quinta parte de ello. Esta ley había sido dada por Dios al pie del monte Sinaí y formaba parte de lo que se conoce como, la Jurisprudencia de Israel (Ex 22:1-15), es decir formaba parte de un grupo de leyes, que eran una extensión del Decálogo, y una forma de aplicar a situaciones cotidianas, los diez mandamientos dados por Dios a su pueblo. En la vida cotidiana del pueblo, se cometían una serie de pecados de esta índole, tal como se menciona en (Lev 6:7). En segundo lugar el agraviante tenía que ofrecer un sacrificio, animal sin defecto para su expiación, el cual presentará al sacerdote para su expiación y sería perdonado (Lev 6:7). 

Para nosotros, la iglesia de Dios, esta sección nos permite poder entender dos principios de un verdadero arrepentimiento. Por un lado debemos confiar en el perdón de Dios en virtud del sacrificio de Cristo y no en nuestros propios méritos, y en segundo lugar debemos estar dispuestos a restituir el daño causado, si hemos pecado contra nuestro prójimo, no basta con pedirle perdón. Debemos restituir lo dañado, lo robado, lo perdido, lo agraviado, añadiendo algo más aún de lo que hayamos agraviado, y si hemos hablado mal debemos estar dispuestos a restituir el nombre de la persona. El evangelio de Lucas nos narra la historia de un recaudador de impuestos llamado Zaqueo, el cual era odiado por todo su pueblo, pues robaba y era considerado un traidor, pero visitando Jesús aquella ciudad, se acercó a Él. y le dijo que le era necesario quedarse en su casa, a lo cual Zaqueo accedió gustosamente, Lucas nos narra que luego del encuentro del Señor con este hombre, Zaqueo hace la siguiente declaración: 

"He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado" (Lc 19:8)

Luego de estas palabras, el Señor va a decir: 

"Hoy ha venido la salvación a esta casa..." (Lc 19:9).

Entonces vemos que para Dios, una muestra visible, concreta y real, que nos hemos arrepentido del mal hecho a nuestro prójimo es que ciertamente creemos y confiamos en la obra de su Hijo a nuestro favor, pero también que estamos dispuestos a restituir el agravio o daño cometido.

La Ley del holocausto: Recordemos que el holocausto era un tipo de ofrenda en la cual todo el animal se quemaba en el altar y la sangre se derramaba alrededor del mismo (Lev 1:5-9). En el verso 12 y 13, se hace mención a que el fuego no se apagaría, arderá continuamente, y de alguna manera esto nos habla de la necesidad de que constantemente se mantuvieran los sacrificios sobre el altar, para que Dios pueda habitar en medio de su pueblo. Vemos ahora que el sacrificio del Señor Jesús fue hecho una sola vez y para siempre, y es suficiente y completo, a través de ese único sacrificio como lo dice el autor del libro de Hebreos, nos ha hecho perfectos para siempre y a quitado de en medio el pecado (Heb 9:24-26; 10:11-14). En segundo lugar esto también nos habla de la necesidad de que nuestras vidas estén de manera constante puesta en el altar de Dios, el apóstol Pablo en su carta a los Romanos menciona:

"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom 12:1-2).

Es decir cada día como hijos de Dios debemos presentar nuestra vida a Dios para que el la santifique y nos llene de su Espíritu, para vivir como es digno de Él, debemos ser conscientes que no podemos vivir agradando a Dios en nuestras fuerzas, necesitamos presentarnos cada día delante de Él, y tomar de Él. Él es la fuente de la fortaleza espiritual.

Por otro lado debemos avivar el fuego de Dios en nosotros, corremos el riesgo de caer en la comodidad o por las pruebas y dificultades, dejar de servir a Dios con el mismo fervor que al inicio, el apóstol Pablo le dice a su discípulo Timoteo:

"Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos" (2Tim1:6)

La ley de las Ofrendas y del Sacrificio expiatorio: En esta sección se nos dan leyes específicas en cuanto a los tipos de Ofrendas que se han explicado en capítulos anteriores. Vemos que en el caso de las Ofrendas que se presentaban tanto el pueblo como los sacerdotes debían presentarlas, y de estas ofrendas, el sacerdote recibía una parte para su sustento y alimento (Lev 6:16-17 y 26), de esa manera el sacerdote participaba del altar, esto era considerado cosa santísima y solo el sacerdote podía comer de estas ofrendas. Tal como lo menciona el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios: 

"¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan?" (1 Cor 9:13)

“Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar?" (1Cor10:18). 

Las únicas ofrendas que no podían ser comidas por los sacerdotes eran aquellas cuya sangre había sido introducida al Tabernáculo (Lev 6:30 cp Lev 4:5 y 16).

Todo esto nos hablaba que desde el antiguo testamento Dios había ordenado que los sacerdotes que se dedicaban al servicio del Tabernáculo, recibieran su sustento del mismo. De la misma manera Dios ha determinado que sus siervos, aquellos que se dedican a la predicación y enseñanza de la Palabra sean sostenidos por sus iglesias locales, esto es justo delante de Dios, tal como lo menciona el apóstol Pablo: 

"Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio" (1Cor9:14)


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