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miércoles, 1 de mayo de 2024

NÚMEROS 5

 


COMENTARIO

En el capítulo 5 de Números en la primera sección (Núm 5:1-4), Dios ordena a los hijos de Israel echar fuera del campamento a todo leproso, a todo aquel que tuviera flujo de semen, o que se haya contaminado con muerto; en el libro de Levítico del capitolo 11 al 15, se describe lo que podía hacer impuro al hombre, no necesariamente lo hacía pecador, pero si lo contaminaba ceremonialmente, es decir lo incapacitaba de poder participar del culto a Dios en el Tabernáculo; estas personas tenían que purificarse y ofrecer sacrificios, para una vez limpios, poder ingresar al campamento, según lo ordenado por Dios en el libro de Levítico (Lev 14:2, 15:31-32). Dios no hace acepción de personas, y no menosprecia al enfermo, pero el dejo leyes establecidas, que reflejan su carácter, y que Él no es como nosotros, él es Santo, y los hijos de Israel tenían que ser reverentes, y recordar que cada vez que se acercaban a Dios, tenían que hacerlo limpios. Dios habitaba en medio de ellos, y nada impuro podía estar en su presencia. 

Todo inmundo tenía que ser echado fuera, esto nos recuerda que todos nosotros por nuestros pecados, estábamos lejos de Dios. Y asi como Adan y Eva, fueron echados fuera del huerto del Edén cuando pecaron (Gn 3:23-24), todos nosotros al haber nacido en condición de pecado, estamos separados de Dios, pero por medio del Señor Jesucristo, de la sangre de su cruz, ahora hemos sido hechos cercanos (EF 2:13); ahora ya no somos “echados fuera”, ahora todo aquel que el Padre ha entregado al Hijo para ser salvo, vendrá a Él, y no será echado fuera (Jn 6:37), el velo ha sido rasgado, ahora hay un camino vivo que el Señor Jesús nos abrió (Heb 10:19-20), y podemos acercarnos con confianza ante el trono de nuestro Padre amoroso y misericordioso (Heb 4:16), Él no nos echa fuera, sino como el Padre al hijo pródigo, lo abraza, lo besa, le da nuevas vestiduras, y le dice tú no has dejado de ser mi hijo, hagamos una fiesta, porque mi hijo se había perdido pero ahora a sido encontrado (Lc 15:22-24).

En la segunda sección se nos habla de las leyes de restitución (Núm 5:5-10), la restitución era necesaria en el caso que el pecado haya afectado de alguna manera al prójimo, tal como se menciona también en Lev 6:1-7, lo sacrificios que se ofrecían en el caso de haber pecado contra el prójimo se denominaban “sacrificios por la culpa” (Lev 7:1). Dios no ofrece un perdón simplemente para tranquilizar la conciencia de aquel que ha cometido un agravio, sino que se asegura de que el agraviado sea restituido. Aquel que pecaba tenía que confesar sus pecados delante de Dios, pues todo pecado es primeramente contra Él (Núm 5:6), pero también tenía que restituir el daño, si su pecado había ofendido o dañado a su prójimo (Num 5:7). El arrepentimiento y la confesión nos ponen en paz con Dios, pero la restitución nos pone en paz con nuestro prójimo; es necesario cuando hemos pecado contra nuestro prójimo pedir perdón a Dios, pero también pedir perdón a nuestro prójimo, pues un verdadero arrepentimiento buscará estar en paz con Dios, y en segundo lugar con nuestro prójimo. Pues así como el apóstol Juan dice que no podemos decir que amamos a Dios y al mismo tiempo odiar a nuestro prójimo (1 Jn 4:20-21), tampoco podemos decir que estamos en paz con Dios, sin haber buscado estar en paz con aquel a quien hemos ofendido.

En la tercera sección se nos habla de las Leyes de los celos (Núm 5:11-31), estas leyes nos pueden parecer extrañas, pero tenian el propósito de cuidar que la mujer fuera acusada de una falsa acusación de adulterio. En la ley de Moises, en el caso de adulterio la pena era la muerte, y ambos debían morir tanto el hombre como la mujer (Deut 22:22), en el caso que la mujer haya sido tomada a la fuerza, sólo el varón sería muerto (Deut 22:25-26). Estas leyes no son como algunos podrían argumentar machistas, porque en el contexto el adulterio era un pecado en que ambos tanto mujer como hombre eran castigados con pena de muerte. Sin embargo en el caso de que una mujer hubiera sido infiel a su esposo, y él no tuviera pruebas para demostrarlo o en el caso de que su esposo tuviera espíritu de celos pero su esposa no le haya engañado (Num 5:14), este ritual permitirá poder saber si la mujer era culpable, Dios era quien iba a determinar la culpabilidad, entonces no podemos hablar de un juicio injusto; a través de esta ceremonia en el cual se le hacía beber a la mujer “aguas amargas” (Num 5:18), el sacerdote era quien daba el conjuro y también la sentencia, vemos que también el sacerdote tenía la autoridad y responsabilidad de establecer justicia de parte de Dios, si la mujer era culpable estas agua amargas, que dan maldición harían hinchar el vientre y caer el muslo de la mujer culpable (Núm 5:20-22 y 27), pero si ella era inocente, sería sin culpa y fecunda (Núm 5:19 y 28). Vemos lo serio y sagrado que era para Dios el matrimonio y la fidelidad de la pareja, y estas penas tienen el propósito de evitar que se cometieran de manera deliberada y frecuente; era una advertencia de que no podemos escaparnos de los ojos del Señor, pues él ve todo, pero también era una advertencia a que no podemos acusar a alguien falsamente y pretender usar la ley de Dios con motivaciones pecaminosas. Hay una pelicula muy triste llamada “el apedreamiento de Soraya M”, donde se narra el terrible asesinato de una mujer que fue acusada falsamente por su esposo, esto sin duda alguna no fue aprobado por Dios; y precisamente Dios conociendo el corazón pecaminoso que puede haber tambien en el hombre, cuidaba a la mujer de una falsa acusación que podria llevarla a la muerte.






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