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martes, 29 de diciembre de 2020

LEVÍTICO 9

 

COMENTARIO

En el capítulo 9 del libro de Levítico, se nos habla acerca de los sacrificios de Aarón. Recordemos que los sacrificios eran el medio por el cual los hijos de Israel, podían acercarse a Dios. Asimismo todos los sacrificios, señalaban diferentes características de la vida y el sacrificio del Señor en la cruz. 

En primer lugar encontramos que Moisés ordena a Aarón hacer sacrificios por Él y por el pueblo, debido a que Dios se les manifestaría (Lev 9:4). Es importante recordar que a pesar que Aarón es el sumo-sacerdote, es un hombre pecador, y él también necesita hacer un sacrificio por sus propios pecados. Esto nos señalaba que era necesario que se levantara un sacerdote superior. A esto se refiere el autor de Hebreos cuando menciona: "Por que la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre" (Heb 7:28). El Señor Jesucristo a diferencia de Aarón y los sacerdotes que le precedieron, era sin pecado, por lo cual su sacerdocio era inmutable y eficaz.

"Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo" (Heb 7:26-27).

En segundo lugar, tanto Aarón como el pueblo necesitaban ser reconciliados con Dios (Lev 9:7), esto nos permite entender que desde el AT, ya se nos empezaba a revelar que para que haya perdón y reconciliación, se necesitaba un sacrificio. Y a su vez nos permitía entender que el pecado causa enemistad entre Dios y el hombre, y que es necesario para acercarse a Dios, primero ponerse a cuentas con Él. En el libro del profeta Isaias el Señor le va a decir a su pueblo: "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Is 1:18). En El AT, la manera en la cual el hombre se ponía a cuentas con Dios era a través de un sacrificio. Dichos sacrificios señalaban al sacrificio perfecto, el cual sí podía reconciliarnos con Dios de manera permanente, y definitiva. El apóstol Pablo menciona en su carta a los Romanos: "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida" (Rom 5:10). Ahora nosotros podemos acercarnos a Dios a través de la persona del Señor Jesucristo, y poder entrar confiadamente al trono de gracia, sabiendo que podremos alcanzar gracia y misericordia para el oportuno socorro (Heb 4:16). El trono al cual nos acercamos ya no es de juicio, pues el sacrificio ya ha sido hecho, la deuda ha sido pagada. Eso debe llevarnos cada día a acercarnos con reverencia al Señor, pero a la vez con un profundo agradecimiento y convicción de que tenemos perdón en Él, de que no tenemos que vivir en culpas del pasado, sino en el gozo de sabernos perdonados. El salmista menciona:

"Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos. En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado" (Salm 32:1-5)


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